Los camarones dormidos
Por Germán Dehesa
En este domingo 8 de noviembre, el frío sigue agazapado aquí en
El personaje central de esta semana que termina es, por amplio margen, el Príncipe de Holanda. Ahí tienen que este gordito con inocultable cara de mula maicera vino de visita con
Lo que merece capítulo aparte son los sombreros que con admirable valentía se encasqueta la respetable señora. Si D'Artagnan hubiera sido muy muy cabezón, es probable que usara alguno de los modelitos que sin trepidación alguna se coloca la reinita santa. Pero estábamos hablando del Príncipe, nuestro personaje inolvidable, que podría ser un modelo a escala de Tobi. Bueno, el caso es que este fornido y rubio muchachón con inocultable panza de bísquet que es signo de serenidad y paz interiores, pidió el micrófono para aventarnos los consabidos guayabazos y hablar de esa unión casi íntima que hay entre dos pueblos tan afines como el azteca y el holandés. Ya que se hartó de decir vacuidades y sin anunciar el golpe, remató el gordis con un apotegma mexicano cual ninguno: camarón que se duerme, se lo lleva la chingada.
Ante estos hechos inesperados y sobresaltantes, me intriga el gozo de Televisa. En cuanto cualquiera de nosotros se presenta ante sus micrófonos e intenta sazonar su discurso con este vocabulario bravío, inmediatamente resuenan los pitidos de censura. En cambio a Tobi lo dejaron suelto y hasta lo repitieron varias veces.
El lunes hay mucho camarón dormido. Te suplico que despiertes, lectora lector querido. Es por tu bien.
¿QUÉ TAL DURMIÓ? MDCLXIV (1664)
MONTIEL.
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